Nuestra sociedad actual se caracteriza por estar en un modo de centrifugado continuo y quiénes más padecen esta situación son los padres. Con los tiempos que corren, el trabajo se ha vuelto uno de los temas que más les afecta y, por eso, hacer horas extras en la oficina para sacar adelante a sus familias forma parte de su rutina. Sin embargo, cuando llegan a casa las tareas domésticas los absorben: hay que preparar la cena, limpiar, hacer la colada, ordenar… y todo esto sin olvidar la insistencia de los hijos para llamar la atención de los progenitores.
Llegados a este punto, los padres se colapsan y deben buscar una solución rápida y efectiva que les asegure tener a los hijos hipnotizados algunas horas. Esta solución se llama “encender la televisión”.
Dejando aparte las generalizaciones, la televisión no tiene por qué ser perjudicial si se usa con moderación. Sin embargo, y estando los padres cada vez más ocupados; estos no tienen tiempo de filtrar el tipo de programación que es más adecuada para sus hijos. Por eso, y como si de una simple operación matemática se tratara, cuanto más ocupados estén los padres, más televisión verán sus hijos y más descontrol habrá sobre lo que estos ven.
Una de las formas de aprendizaje más importante que tienen los niños es la imitación, la cual sienta las bases de su futura conducta. Por desgracia, los niños no son especialmente selectivos cuando copian y no es de extrañar que imiten a cualquier personaje de ficción o real que aparece en la televisión. Por eso, una de las principales consecuencias del abuso de este medio de comunicación es la práctica de pautas erróneas e inapropiadas, sin olvidar el tiempo que resta a actividades tales como la lectura, el diálogo con la familia y el desarrollo social.
Todo esto se agrava por el hecho de que el contenido está repleto de violencia, ya sea en películas o series infantiles. Incluso tratándose de dibujos animados donde hay un héroe –que en un principio no tiene nada malo porque trata de luchar contra el mal– la manera con que dicho héroe resuelve los conflictos es con agresividad. ¿Cuándo hemos visto a Spiderman o a Batman intentar entablar un diálogo con el malo para resolver un problema? Nunca. Y si lo ha habido, ha sido para intercambiar amenazas. Así pues, no es de extrañar que cuando los infantes tienen un problema, recurren a la coacción para conseguir lo que quieren, pues es lo que están acostumbrados a ver.
La violencia, junto con el sexo, las drogas y el alcohol, son temas muy frecuentes en televisión. Si partimos de que el comportamiento de los niños se basa en lo aprenden de lo que les rodea, inevitablemente estos lo adquirirán como parte de su conducta. Además, los niños que ven la televisión de forma excesiva tienen más problemas de sobrepeso, son propensos a conductas agresivas, son pesimistas, menos imaginativos y empáticos; por lo que tienen tendencia a volverse inmunes a las desgracias de los demás y sentirse cómodos con situaciones aberrantes. Luego nos sorprendemos cuando en las noticias vemos que un adolescente ha hecho una masacre en un colegio o, atónitos, oímos casos de acoso escolar entre niños de doce años. Entonces nos preguntamos: ¿cómo ha podido pasar algo así?
Por otro lado, la caja tonta es una herramienta de manipulación muy sutil. Un claro ejemplo es la publicidad. Cuando aparecen los anuncios –que podría ser una tregua a tanta crueldad– lo único que hacen es alentar la predisposición al consumo. Si tenemos en cuenta que el telespectador está sometido a una media de cincuenta anuncios enfocados a productos y servicios, la capacidad de selección queda atrofiada hasta el punto que se desea lo que no se necesita y potenciando así una actitud caprichosa.
Por consiguiente, la televisión no es la forma más saludable para tener a los hijos entretenidos. Hay que propiciar alternativas más adecuadas para su desarrollo intelectual con el fin de que aprendan de una forma práctica y no de una forma pasiva des del sofá de casa. Por eso, y sabiendo que los niños imitan a quienes admiran, es muy importante predicar con el ejemplo. Si los padres leen, ellos leerán; si los padres resuelven un conflicto con diálogo, ellos también lo harán. Pero si, por lo contrario, los padres pasan mucho tiempo delante de la tele, inevitablemente, los hijos también.
Así pues, este medio de comunicación no es el responsable al cien por cien de la conducta de los jóvenes. Es compromiso de los padres educar a sus hijos proporcionándoles toda la información necesaria para que se desarrollen como adultos a partir de modelos de conducta sanos.