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19 de julio de 2010

¿Es la amistad una afección más propia de la madurez que el amor?


El otro día leí un artículo de Octavio Paz que decía que la amistad es una afección más propia de la madurez. Desde mi punto de vista, y basándome en mi experiencia, discrepo de su afirmación.

La amistad, según la R.A.E, es un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Por eso, este afecto personal puede nacer en cualquier momento, independientemente del grado de madurez de las personas.

Ya desde pequeños tenemos amigos. Personas que nos rodean y con las que tenemos cierto grado de afinidad. Sin embargo, lo que sí depende más de la madurez, son las premisas a partir de las cuales valoramos quién es, o no, nuestro amigo. Cuando somos pequeños hacemos aliados con mucha facilidad, pues no cuestionamos mucho según qué comportamientos. De mayores, y curtidos por nuestras experiencias pasadas, sometemos a la amistad a duras pruebas de superación; que, una vez vencidas, fortalecen la lealtad.

Por otro lado, estoy en desacuerdo cuando el autor de “La llama doble” declara que la amistad no nace de la vista, ya que en muchas ocasiones, la amistad es fruto de una relación amorosa que ha fracasado. Sin ese amor previo, la amistad no hubiera surgido.

Lo mismo sucede con el amor. Este no siempre nace de la vista, sino que puede surgir de una amistad. El dicho “el roce hace el cariño” es bien conocido.

En lo que sí estoy de acuerdo es que la amistad es más duradera que el amor. La implicación que debe haber entre dos amigos requiere un esfuerzo menos constante que en la de dos amantes. En consecuencia, le doy la razón a Octavio cuando argumenta que la amistad está menos sujeta que el amor a los cambios inesperados, pues no debemos olvidar que el amor es irracional mientras que una amistad duradera asienta sus raíces en las bases del pragmatismo.

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