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27 de marzo de 2010

Investigando...



En la foto salgo haciendo el payaso pero cuando estuve dentro, la cosa cambió.

Me acerqué a la entrada sigilosamente, con precaución. Está destrozada pero aún así, no puedo evitar entrar. Delante de mí, un imponente recibidor me da la bienvenida.

Cada paso en su interior colapsa mis sentidos. El silencio es el dueño de la casa. Cualquier ruido es una alarma.

Sigue siendo de día y algunos transeúntes pasean por delante, aún así, la piel de gallina me recuerda que no estoy en un sitio seguro.

Abandono el piso de abajo, frío y húmedo y decido subir las escaleras.

La escalera, medio despegada de la pared, me indica que el paso del tiempo no la ha perdonado.

Yo, insegura, reviso con cautela dónde pongo cada pie. No hay lugar para errores. Toda precaución es poca.

Dentro, un pasillo largo y oscuro me espera. A la derecha una habitación, a la izquierda, una puerta cerrada. Giro a la derecha y entro en lo que en su día fue una habitación. En la esquina, un ropero viejo y con las puertas abiertas, parece que esté esperando a que le de un abrazo. En las oscuras entrañas del armario hay una percha azul colgada. Sola y medio podrida consigue darme lástima.

En la esquina opuesta, una chimenea negra sigue oliendo a hollín. De repente, y sin previo aviso, la puerta se cierra. Salto del susto y casi sin aliento digo ¿hola? Nadie contesta.

La abro de nuevo y salgo de la habitación. Miro a ese inquietante corredor pero no me atrevo a ir hasta el final.

Las plantas, vestidas aún de otoño, invaden los rincones desde las ventanas rotas.

A la izquierda está esa puerta cerrada. La abro despacio, en silencio. El latir de mi corazón se acelera y es casi ensordecedor. No sé lo que puede haber dentro, no sé QUIÉN puede haber dentro. Poco a poco, empiezo a descubrir lo oculto. Primero, una tetera de acero que está en el suelo. Después, un colchón vacío que serviría de cama a algún sin techo. Unas botellas, unos tejanos y un sofá son los últimos en presentarse. Podría no estar sola y eso me aterroriza.

Decido salir de ahí, ya tengo las fotos que quería.

Cansada y algo temblorosa, vuelvo a mi coche. Ha sido un gran día.

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